El Réquiem de la Estrella Oscura

+CálamoyAlquimia Revista | +Silvia Meave


Blackstar as his “parting gift”.  
Bowie had made his death - as he did his life – “a work of art”.
Tony Visconti, Productor

David Bowie se convertía en una estrella oscura mientras yo oía por primera vez su álbum recién estrenado, llamado Blackstar. El título me sugería algo intenso e innovador como todo lo que hizo Bowie, né David Robert Jones, a lo largo de su larga carrera artística que comenzó en los sesentas del siglo pasado. 

Escuché la canción que da título al álbum con la mente abierta; pero no me gustó. Me gustan las disonancias musicales; pero Blackstar me pareció estridente y perturbadora. La voz cascada de Bowie evidenciaba su declive personal y no reconocí en la canción al experimentado artista. El estribillo "I'm a blackstar" me remitió a los malos experimentos musicales de mis amigos adolescentes post-punketos de los ochentas. Al término de los casi diez minutos que dura la canción, detuve mi audioplayer, comenté mi punto de vista en Twitter y regresé a oír las siguientes canciones que conforman la grabación.

Todas las demás me parecieron muy buenas, aunque el aire melancólico que emanan me situaba de manera reiterada en un pasado musical que no puede repetirse. "Si la música oliera, el álbum de Bowie despide un aroma a naftalina", pensé. Y no había acabado con mi idea, cuando recibí una alerta de noticia de último minuto del Los Angeles Times que informaba del fallecimiento de Bowie.

Juro que por un segundo creí que el tiempo era una anomalía onírica. A esas horas de la noche dudé si estaba despierta o dormida. Si lo que estaba leyendo era cierto, si había viajado al futuro, pues la presentación de Blackstar había sido dos días atrás... ¿O había sucedido meses antes? No podía ser que en el lapso de siete canciones, una de mis vacas sagradas de la creatividad artística hubiera dejado de existir físicamente. 

Por un instante me sentí muy mal por haber sido tan dura en mi apreciación de la canción de la estrella negra u obscura. Sólo en ese momento entendí que el álbum era el réquiem del genial David Bowie, que al interpretar las canciones ciertamente era una estrella que se estaba apagando y había hecho -- quizá -- su máximo esfuerzo para emitir su última luz.

Empecé a buscar toda la información posible sobre los últimos años de Bowie, esos que quedan como silencio necesario entre grabaciones de los músicos y que nosotros los fans imaginamos de descanso creativo; así que encontré que él fue de esa gente a la que llaman "guerreros de la vida" (un terminajo que ya aprendí por oírlo constantemente en los hospitales donde, por azares del destino, he sido espectadora del sufrimiento humano en su grado máximo). 

Sólo entonces la disonancia de Blackstar -- la canción; pero también el álbum -- cobró sentido para mí y el maravilloso trabajo de David Bowie tomó su lugar en mi oído y en mi mente.




Blackstar es el drama de quien aún bordeando la muerte, la asume, como dijo el productor Tony Visconti, a manera de un trabajo artístico. No podía ser de otro modo para David Bowie.

Y su obra musical, casi póstuma, cobra mucho más dramatismo y más fuerza, con los videos que la acompañan, y que transpiran la agonía del extraordinario y multifacético artista británico.

Blackstar se vuelve así la despedida planeada, el grito de una mente lúcida encerrada en un cuerpo en desintegración, que no se derrotó ni en el último momento.




Bowie decidió cómo cerrar su fructífero ciclo en este mundo. Y definitivamente, Blackstar es un álbum hermoso, aunque doloroso en la angustia que trasluce, porque ahí está la esencia de Bowie, el ser de las estrellas que, en Lazarus se abre para decir: "Everybody knows me now".

Por supuesto, Blackstar no es un álbum para oír en el automóvil ni en un reventón ligero. Hay que relajarse y escucharlo atentamente y en silencio para sorprenderse aún más de la voluntad artística de Bowie.

Ahora sé que mi rechazo de primera instancia a la canción Blackstar era un rechazo inconsciente al mensaje de despedida de Bowie, porque de repente creí que regresaba. Logró conmoverme; entonces ES -- siempre lo será -- un verdadero maestro del arte y la creación. <<>>